jueves, julio 26, 2007

La Mediación Ética y la Semioética en la era de Internet


Por: Dr. José Antonio Forzán Gómez y Mtro. Jorge Alberto Hidalgo Toledo

INTRODUCCIÓN
La ontología de la comunicación

¿Qué es la comunicación sino un acto referencial dotado de sentido y significación? Y decimos referencial porque es a través del lenguaje y su carácter comunitario que invocamos, evocamos y se nos “autorrevela el mundo” (Cassirer, 1985, p. 18). Esta interacción sintáctica y dinámica entre la materia, el individuo, la percepción y la inteligencia es la que permite unirnos semánticamente a los demás seres morales y compartir con ellos valores, tradiciones, costumbres e ideas enriqueciendo la experiencia vital.
De esta forma, la comunicación constituye, no una intención vacía como creía Husserl sino como bien apunta Sastre, “una experiencia trascendental” (Sartre, 2000, p. 307); una relación de compromiso que sobrepasa la gramática, la realidad y el lenguaje. Comunicar es “extender la mano” (López Quintás, 1968, p. 125), es encuentro, es intimidad, es vincularse con el otro, es diálogo, es entrega, es darse al otro; lo que la hace sinónimo del amor.
La comunicación, no es un mero accidente que ocurre entre los hombres; por ello, hoy día, se distingue de informar . Comunicar, por el contrario, es dotar de significado las cosas del mundo; lo que significa, dotar de sentido a la existencia misma. Con ello queremos apuntalar que es la persona el centro y el destino de la acción comunicativa. Lo que debería llevarnos a creer que en cada palabra vertida en un Chat, en cada imagen transmitida en tiempo real por RealOne, en cada sonido descargado de Limewire debería haber, como afirmaba Gabriel Marcel, una “certeza existencial” (Sanabria, 2000, p.155), pero no la hay.
Esta invocación recíproca de encuentros interpersonales es la ontología misma de la comunicación. Quienes buscamos el “Ser” de la comunicación, en el fondo buscamos al hombre mismo. Siendo la humanidad entera la que se oculta detrás del fenómeno comunicativo es vital analizar la función de los medios y ver si estos, en verdad, están al servicio del hombre.
La interacción simbólica que se ha tendido en internet y la convergencia tecnológica, ha puesto al descubierto la ausencia de un rostro y la desnudez del cuerpo. Por ello, podemos hablar de indigencia comunicativa, de egoísmo simbólico, de extranjeros gramaticales, de ausencias cognoscitivas, de despojo mediático, de soledad significativa, de pobreza informativa, de miseria existencial.
Quizá el problema más grave y evidente de la comunicación en la era digital no sea la brecha informativa sino la ausencia de una metafísica significativa que permita nuevamente la posesión del mundo y la instauración de una comunidad universal de personas por el don de la comunicación.
Devolver el sentido trascendente a la acción comunicativa implica volver los ojos a la centralidad de la persona, al reconocimiento y valoración del otro, a la ética y a los fundamentos de los medios: servir (buscar el bien común), unir (solidaridad) y equilibrar (justicia) a la sociedad.
He aquí nuestra revisión bioética de la acción comunicativa en la era de internet. Regresemos al “ser a su morada” (Heidegger, 1987, p. 26); registremos la propia existencia y sus condiciones ética para hablar nuevamente de significación y sentido en la acción humana; para entender nuevamente la comunicación como la mediación ética del mundo .

1. LOS MEDIOS AL SERVICIO DE LA PERSONA
a. ¿Qué es persona?

En plena era digital, definir al hombre continúa siendo una de las más grandes dificultades en los planteamientos, tanto científicos como filosóficos. Ello porque hoy, tan cercanos al proyecto de la genética y la transformación de la creación natural, la misma interrogante presocrática sigue siendo vigente.
Para poder definir un marco de acción o de postulación científica, es fundamental comprender lo que cada autor o corriente de pensamiento entiende por hombre. Es decir, que el concepto que tengamos de ser humano en su totalidad, impactará en nuestras acciones cotidianas, como lo son los planteamientos epistemológicos, los productos comunicativos o nuestro simple comportamiento cotidiano.
Por ello, abrimos este ensayo haciendo una revisión del concepto de hombre. Hemos dicho que la realidad física de nuestra existencia conlleva un sustrato ontológico. Es decir, al hombre se le puede comprender tanto científica como tecnológicamente.
A esta tarea se ha abocado, tradicionalmente, la antropología filosófica, disciplina hermana de la antropología física y de la antropología cultural, que tiene como objetivo resolver el misterio del hombre (Sanabria, 2000, p. 16-17).
Sin pretender hacer una revisión exhaustiva de todas las características que definen al hombre, podemos señalar las siguientes cualidades que han sido debatidas a lo largo de la historia del quehacer de la antropología filosófica:
- Es una entidad corpórea.
- Es un ser relacional.
- Es un ser racional.
- Es un ser espiritual.
- Es un ser de trascendencia.
- Es un ser del lenguaje.
- Es un ser que consigue la interioridad.
- Es un ser histórico.
- Es un ser que se construye.
- Es un ser que deviene entre las condiciones existenciales y la libertad.
- Es un ser mediático .
Todos estos rasgos definitivos, podríamos resumirlos en un postulado: el ser humano es una persona humana. Es decir, es un ser que, manifestando lo más radical de sí, mostrando lo más profundo de su realidad ontológica, lo que expresa a través de sus actos es su unicidad.
Además, la condición de la persona fundamental es su radical manifestación en el tiempo y en el espacio.
“El hombre no es pura subjetividad, sino que, constitutivamente, está orientado hacia el mundo, más aún, hacia su mundo. Esta orientación es un modo de ser fundamental de la existencia humana. De manera que no es primero el mundo y después yo, o viceversa, sino que simultáneamente se dan yo-mundo; yo soy mi mundo. Porque el hombre es relación.” (Sanabria, 1987, p. 85-86)
Por ello, es fundamental atender a los principios de comportamiento de la persona ante el otro. Señala Juan XXIII:
“En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto.” (en González, 1991, p. 75-76)
Esta manifestación del hombre, esta radicalidad de la persona humana conlleva la idea de la comunicación. Es decir, si la persona humana es en el mundo, es porque es con-los-otros.
Ese ser-con-los otros es posible gracias al lenguaje, a la expresión del espíritu que dota de contenido a los objetos y a la persona misma. Para conservar la unicidad de la persona y llegar a ser, es necesario contar con los medios para desarrollar la virtud (Fromm, 1986, p. 39), para colocarnos ante nuestra propia naturaleza y dominarla. En función de nuestro objeto de estudio, los medios masivos de comunicación, si han sido mediados por la ética, determinarán la acción del hombre sin perder de vista que el fin es el hombre mismo. Lo que nos lleva a afirmar que los medios están al servicio de la persona.

b. Los medios de comunicación al servicio de la persona
Hoy día los comunicólogos, antropólogos, sociólogos y politólogos hablan de la necesidad de contar con medios de comunicación libres y responsables para la creación de sistemas democráticos donde prime la libertad de expresión y prensa. Para ello, han creado múltiples modelos y teorías de responsabilidad social, códigos de ética, vías de autorregulación y legislación para justificar el buen actuar de los medios ante la sociedad civil. Muchos han sido los estudios dedicados a los efectos de los medios y los intentos para establecer un uso ético de los mismos. Pero, ¿podemos hablar realmente de ética mediática si limitamos los esfuerzos a generar legalismos, normativas y códigos de conducta más que intentos por visualizar a los medios como herramientas colaborativas para devolver el lugar del hombre en el mundo?
Esta reubicación del hombre, debe partir necesariamente del entender que los medios están al servicio del hombre. Pero, ¿qué implica este servicio? Cuando hablamos del “servicio” que prestan los medios de comunicación, nos referimos a su aportación para lograr un factor de crecimiento y progreso humano, progreso de la verdad del hombre, progreso cultural, social y económico. De ahí que en términos concretos busquemos que los medios de comunicación estén a la “defensa de la promoción de la verdad integral” (Casales, 1985).
Los medios deben servir para encontrar respuestas verdaderas; para desarrollar las habilidades; para conocer, compartir y comunicar las intenciones, deseos, sentimientos, conocimientos y experiencias; para comprender, actuar con libertad y progresar; para establecer relaciones, solidarizarnos; para enriquecernos intelectual, moral, social y espiritualmente; para promocionar los valores humanos y la vida humana; para realizar un encuentro entre hombres, culturas, ideologías, historias y signos trascendentes.
Cuando los medios y las nuevas tecnologías de información, pierden este sentido de utilidad, se pierde con ello el sentido de la condición humana y se terminan agrediendo: la dignidad humana, los valores universales, la cultura, los sistemas económicos, políticos y sociales.
La comunicación que se sostiene de la experiencia común, solidaria y caritativa –porque ofrece lo mejor del otro- termina construyendo el cuerpo del mundo. El rostro y la identidad que tomará se define como lengua viva; pues serán los hombres los que moldeen el mundo para mejorar su calidad de vida y no los medios los que moldeen sus opiniones y los aspectos fundamentales de su vida. Cuando los medios “sirven”, construyen, “unen y solidarizan” (Redemptoris Missio, 1990, 37); justifican la existencia, rompen con la soledad y nos llevan a la plenitud.
La acción fecunda de los medios es aliviar la indiferencia, eliminar el aislamiento, desbancar el rechazo, derrotar el egoísmo, reconstruir la incomprensión, diluir “la tonalidad grisácea de la existencia” (Serrano, 1970, p. 45).
La soledad del hombre tecnológico, es la de aquél que ha visto pisoteada su intimidad por los abusos de la imagen, los vacíos de la palabra, los silencios informativos, la mezquindad de la manipulación, la persuasión de la indecencia, la falta de responsabilidad social y una ética en los medios.
Todo esquema formal e informal de control de los medios debe trascender las leyes y reglamentos para contemplar algo más que códigos de conducta. Una ética integral debe contemplar todos los aspectos de la persona humana y su interrelación con el medio. Los medios como bien señalaba Xavier Zubiri deben servir para “realizar la vocación humana, ser de verdad hombres” (Zubiri, 1987, p. 259).

c. La naturaleza Semioética de los medios
Ahora bien, si partimos de que el problema de la comunicación es el encontrar el yo gracias al tú, la dimensión de la comunicación tendría que anclarse en el problema del lenguaje, del ethos de la acción humana y el fin de los medios.
Para toda la filosofía contemporánea, a partir del giro lingüístico de Wittgestein, el giro hermenéutico de Gadamer y el giro semiológico de Roland Barthes, el problema filosófico de la comunicación es el lenguaje y no el medio:
“… el signo, es una realidad analítica que preocupa cada vez más a la investigación moderna; por razones muy distintas, diversas disciplinas se han interesado por él: cibernética, logística, psicoanálisis, lingüística y etnología estructurales, todas estas ciencias tienden a fundirse en una ciencia general de las comunicaciones, cuya nueva unidad sería la significación.” (Barthes, 2001, p. 27)

Tal visión pone en relieve a la persona humana como algo complejo y no la visión centrada en los medios y en la masa despersonalizada de Abraham Moles y similares:
“… mass media son a la vez esos canales de difusión y medios de expresión que se dirigen no a un individuo o persona, sino a un ‘público destinatario’ definido por unas características socioeconómicas y culturales en el que cada receptor es anónimo. (…) Son también los vectores unidireccionales de un mensaje emitido por un individuo o por un grupo destinado a un público mucho más amplio.” (Moles, 1975, p. 449)

Subrayamos, pues la idea de Barthes, “no es lo mismo hablarle a alguien que decirle algo”.
Por tanto, pensar en los medios debe superar la concepción técnica para atender a su noción ideológica y existencial:
“Los hombres, en cuyas manos está este poder (que han generado los medios de comunicación) tienen una grave responsabilidad moral en relación con la verdad de las informaciones que ellos deben difundir, en relación a las necesidades y a las reacciones que hacen nacer en relación con los valores que ellos proponen.” (Jacobo, 2002, p. 595)

De esta manera, los medios dejan de ser una “fuerza ciega de la naturaleza fuera del control del hombre” (Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ética en las Comunicaciones Sociales, 2000, 1) y pueden ser usados con fines buenos o malos ya que ellos no hacen nada por sí mismos, sino por la acción de los hombres.
Es por los fines, la participación del hombre, su uso como herramientas, el grado de bondad o de maldad con que se produce la acción comunicativa que los medios deben estar mediados por la ética. Dependiendo del grado de mediación de ésta última, podremos hablar del aumento de la empatía, la compasión, la solidaridad o el odio, narcisismo o soledad entre los hombres.
“Los medios deben hacer consciente al hombre de su dignidad, a comprender los sentimientos de los demás, a cultivar un sentido de responsabilidad mutua, y a crecer en libertad personal, en el respeto a la libertad de los demás y en la capacidad de diálogo” (Gaudium et spes, 1966, 30-31).

2. LOS GRAVES PROBLEMAS GLOBALES
Para hablar de un uso ético de los medios se requiere de personas libres y autónomas y medios de comunicación masivos libres, responsables y éticos. Desgraciadamente los medios actuales, como algunas personas, se encuentran cerrados a cierto control. Aún cuando legalmente la libertad de expresión y de prensa están protegidas por la Constitución mexicana y muchas otras constituciones extranjeras, hay asuntos que no se cumplen y que ante el problema de la globalización tenderán a agravarse ya que no contemplan a los medios electrónicos, digitales y las telecomunicaciones. Algunos de estos problemas nacen de la errónea concepción que se tiene de la libertad, la expresión, la equidad y la justicia; así como de la falta de códigos que trasciendan los límites legales o que se quedan sólo en la regulación de conductas empresariales.
No es de extrañar que en la actualidad los medios establezcan un detestable juego con el poder convirtiéndose en la segunda fuerza pública, después del poder económico, dedicándose a controlar y delatar los abusos y errores de los demás, pero no los suyos (Hidalgo, Baran, 2005).
En algunos países el grado de dependencia que mantenían con el poder político se está perdiendo y ahora parecen tener la fuerza suficiente para resistirse y contraatacar a los otros tres poderes con los que interactuaba. Hoy podemos encontrar tendencias en que los medios se han convertido en medios de presión o defensa de intereses por parte de la sociedad. Esta tendencia empieza a generalizarse tanto en los medios privados como en los públicos. Ya es más común escuchar que los medios hacen conciencia de que tienen una responsabilidad y deben guardar una misión de servicio. Al estar mediando los intereses de la sociedad civil, los grandes poderes y sobre todo, de las personas, los medios están obligados a vigilar el cumplimiento ético de las dinámicas sociales y el desarrollo comunitario. Revisemos el origen de esta falla en el incorrecto manejo de las nociones de libertad, justicia y equidad y la falta de una visión ética que tenga como fundamento la persona humana.

a. La libertad como centro de la acción comunicativa
Tema central de la filosofía a lo largo de la historia es la libertad. Ello porque es una característica de la persona humana.
“El hombre de (Jean-Paul) Sartre es libertad: está condenado a la libertad. Es conciencia cerrada en sí misma, subjetividad plena que da sentido al mundo. El hombre está condenado a inventarse a sí mismo en cada instante. ‘Solitario y sin amo irá realizando su esencia suspendida en la libertad’. Así, el hombre libre ‘ni en sí ni fuera de sí encuentra recurso alguno al que agarrarse’. Entonces se enfrenta a la nada, sin apoyo, sin esperanza, de tal modo que nada puede salvar al hombre de sí mismo. Cada hombre, en cada situación, tiene que decir: ‘yo soy el que decide, solo, injustificable, sin excusa (…)’. En el mundo en el que el hombre está de más, donde lo absoluto es el absurdo –todo es absurdo-, donde todo es gratuito, ‘los otros son el infierno’ (…) y el hombre no es más que “una pasión inútil.” (Sanabria, 2000, p. 55)

Ante esta situación apocalíptica de la condición existencial, sobre qué es lo que debemos decidir para nuestros actos en libertad, la respuesta parte de la autodisciplina: “Significa hacerte responsable de tu persona” (Bennett, 2001, p. 15)
La persona humana que aspira al bien tiene en cuenta su lugar en el mundo, en la historia, en el tiempo. Su condición radical de ser-en-el-mundo:
“No se debe olvidar que la libertad necesariamente es una libertad situada. La razón de esto es muy sencilla: el hombre concreto vive su aquí y su ahora.” (Sanabria, 2000, p. 134)

Al hacer conciencia del mundo, el hombre se da cuenta de que sus decisiones, los actos que dan sentido a su vida, están, entonces, condicionados por factores que dan razón de ser a la persona, pero que, incluso, llegan a atentar en contra de la dignidad de la persona humana:
“… el mundo material, la herencia genética, las enfermedades, las condiciones climáticas, la raza, las predisposiciones, la cultura, la historia, el inconsciente individual y colectivo, la opinión pública, el sexo, la edad, el ambiente social, la educación, la religión, etc. Todos estos condicionamientos de la libertad hacen que un acto libre no pueda ser totalmente libre, sino situado siempre. Estos factores condicionantes limitan ciertamente la libertad, pero no la comprimen, a no ser en algún caso extraordinario. De ahí la tarea de cada persona: lograr progresivamente una libertad cada vez más auténtica; mientras más libre, más persona.” (Sanabria, 2000, p. 134)

Sanabria subraya así, la radical misión de la ética:
“En nuestros días hay muchos obstáculos para la auténtica libertad; son los factores despersonalizantes. De ahí la obligación, o la tarea, de luchar por la realización de la libertad –el hombre vale por lo que decide-. Hay la realización personal: cada hombre es tanto más hombre –persona- cuanto más ha realizado su libertad, cuanto más vive desde la profundidad de sus decisiones axiológicas, cuanto menos es susceptible al influjo de los medios masivos de comunicación.” (Sanabria, 2000, p. 136)

b. La libertad de expresión, el derecho y el acceso a la información
Partiendo del presupuesto de Sanabria en el que afirma que la libertad se ejerce desde las decisiones axiológicas que pueden o no estar mediadas por los medios masivos, hay que hacer notar que para muchos gobiernos legislar en torno a la libertad de expresión se ha convertido en un medio de presión más que una forma de velar por el uso correcto de los medios. Si los hombres necesitan satisfacer su necesidad de información para tomar decisiones, autoconfirmarse en el mundo y reproducir con ello un régimen democrático, justo y solidario, la inhibición y el bloqueo de la posibilidad de expresión y acceso a la información, se vuelve un atentado contra la posibilidad de realización de la persona.
Los mecanismos de coerción se han sofisticado tanto que ya no son tan explícitos como el soborno o la agresión. Tan sólo para ejemplificar este punto el comunicador mexicano, Omar Raúl Martínez comentó en su ensayo Secreto periodístico: libertades informativas en México, que durante los primeros dos años del sexenio del Expresidente Ernesto Zedillo se consignaron más de 240 actos contra informadores: 18 por ciento de los cuales fueron demandas y detenciones (15 por ciento). Entre diciembre de 2000 y agosto de 2003 se han registrado 259 incidentes: 43 por ciento de los cuales son demandas, citas a comparecer (10 por ciento), detenciones (7 por ciento) y anuncios de demandas (3 por ciento). Algunos de los casos más sonados que señala son: el de Isabel Arvide (difamación); Maribel Gutiérrez (revelar fuentes sobre el caso de Digna Ochoa); a reporteros de La Jornada y El Universal (revelar fuentes caso Pemexgate); Alejandro Junco de la Vega (demanda por difamación); Gustavo Castillo García (interrogatorio para revelar fuentes sobre operativo antinarcóticos).
Mientras que los hechos inhibitorios han ascendido 43 por ciento; 57 por ciento de los casos contra informadores se refieren a agresiones públicas. Los responsables de dichas agresiones son 26 por ciento fuerzas del orden, 26 por ciento, funcionarios de gobierno, 4 por ciento instituciones de gobierno y 3 por ciento funcionarios policiales.
64 por ciento de los afectados son periodistas: 29 por ciento de las áreas políticas, 23 por ciento policíaca y 16 por ciento de información general.
Los incrementos en los últimos años han sido del 18 por ciento entre 1995 y 1996; 23 por ciento en 1997; 41 por ciento en 2000; y 43 por ciento en 2003. (Martínez, 2004, p. 47)
La Convención Americana de los Derechos Humanos señala en su Doctrina Internacional en los apartados sobre leyes penales y libertad de expresión: “Si, por ejemplo, los periodistas son víctimas de coerciones, persecuciones, denuncias por difamación penal, de trabas en el ejercicio de su función, de represiones, o de cualquier otra clase de conducta restrictiva, la atmósfera colectiva retrae sobremanera la posibilidad de expresarse. El clima no se vuelve propicio, y la gente prefiere la seguridad de no verse sometida a padecer un probable perjuicio, al desafío de hacer pública una opinión” (Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos 2002, citado en Martínez, 2004).
Esto implica ampliar el derecho de las personas a saber (no de los periodistas) y beneficiarse con información de mejor calidad y así pueda la sociedad participar en asuntos públicos con mayor conocimiento de causa.
En agosto de 2003, el relator de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Eduardo Bertoni habló ante el Senado mexicano sobre la importancia de la protección de las fuentes informativa para garantizar la libertad de expresión. Este mismo punto ha sido la insistencia del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, la Asociación de Editores de los Estados, la Asociación Mexicana de Editores, Libertad de Información México A.C. y la Asociación Mexicana de Editores de Periódicos (AME).
En octubre de 2003, más de 100 diarios mexicanos se reunieron en Nuevo Vallarta, Nayarit, en México para emitir lo que han denominado la Declaración de Nuevo Vallarta, la cual reflexiona en gran medida sobre: a) la actitud que debería asumir la sociedad para garantizar la libertad informativa; b) la necesidad de crear leyes que protejan el secreto profesional de los periodistas; c) la obligación que tiene el periodista para contrastar y documentar su información aún cuando no revele sus fuentes; d) la protección que debe darse al material del periodista (grabaciones, archivos o apuntes) que puedan llevar a identificar la fuente; y, e) la creación de un código de ética para informar de la mejor manera a los mexicanos.
Para bien de las personas, la sociedad y la democracia, los medios no deben ser amenazados por los poderes coercitivos en una sociedad; y por otro, que para luchar a favor de la libertad de expresión, los responsables de la comunicación deben esforzarse más por averiguar la veracidad de los hechos.
Si los medios han de cumplir su función de ser la conciencia crítica de la sociedad frente a los demás poderes, hay que seguir insistiendo en la evaluación acuciosa de los hechos, la profundización en la actuación como servidores de la sociedad y no de los poderes políticos y el que se garantice el acceso a información fiable, plural y veraz al servicio del bien común. (Hidalgo, Baran, 2005)

c. Equidad y Justicia Social
Sin lugar a dudas, el tema fundamental del trabajo de la antropología filosófica, la filosofía política, la teología de la comunicación y sobre todo, de la responsabilidad social de los medios de comunicación, en nuestros días es la justicia social. De hecho, la preocupación actual es la ética y la justicia social, por dos razones: es un rubro minimizado o descontextualizado si se le sitúa en el marco de las ciencias sociales y por el manejo no fundamentado que diversas empresas han hecho al respecto por cuestiones de imagen. A la par del XXI Congreso Mundial de Filosofía (Estambul, 2003), y de la Academia Pontifica de las Ciencias, podemos citar a Lipovetsky:
“… no hay en absoluto tarea más crucial que hacer retroceder el individualismo irresponsable, redefinir las condiciones políticas, sociales, empresariales, escolares, capaces de hacer progresar al individualismo responsable.” (Lipovetsky, 1998, p. 16)

Asimismo, la Iglesia católica ha puesto su atención en el problema de la justicia social:
“El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la ignorancia; que buscan una más amplia participación en los frutos de la civilización, una valoración más activa de sus cualidades humanas; es observado por la Iglesia con atención.” (Jacobo, 2002: p. 391)

En este contexto, podemos citar los principales problemas referentes a la equidad y a la justicia social:
- El problema obrero.
- La paz entre los pueblos.
- El orden entre los seres humanos.
- Igualdad y participación.
- El trabajo humano.
- La justa distribución del ingreso.
- La urbanización.
- La responsabilidad de los jóvenes.
- El puesto de la mujer.
- Las víctimas de los cambios.
- Derecho a la emigración.
- Las discriminaciones.
- Crear puestos de trabajo.
- El medio ambiente.
- La brecha informativa.
- La comunicación educativa y para el desarrollo.
- El acceso a la información.
- Las libertades informativas.
- La ética de las comunicaciones sociales
Si los medios habrán de promover la realización humana no podemos dejar de mencionar que en la era digital se han desencadenado una serie de atentados contra los valores morales, abusando de los medios para colocarlos al servicio del mercado y no de la persona humana.
Sí que los medios desempeñan un papel importante en la economía del mercado y es un hecho que la comunicación social sostiene negocios y comercios; pero por encima de ello está el que “contribuyan a estimular el progreso y la prosperidad, que promueva mejoras en la calidad de los bienes y servicios existentes, permitiendo que las personas hagan opciones informadas y que les ayuden a tomar decisiones que les potencien el espíritu cívico y solidario”. (Juan Pablo II, Centesimus Annus, 1991, 34)
Hablar de los medios de comunicación en la era de Internet nos lleva a pensar necesariamente en la manera en cómo están impactando estos a la cultura, a la educación y a la espiritualidad de las personas. Si queremos que los medios se comprometan con el hombre y su diálogo con la verdad, deberán cumplir con su deber: “atestiguar la verdad sobre la vida, sobre la dignidad humana, sobre el verdadero sentido de nuestra libertad y mutua interdependencia” (Juan Pablo II, Mensaje para la XXXIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1999, 2)

3. PROBLEMÁTICAS DE LA ERA DIGITAL
Ante el uso y abuso de las libertades (expresión, prensa, acceso a la información) es importante revisar algunos temas concretos que atañen la responsabilidad y la libertad de los medios como lo son la indecencia, la desregulación, los derechos de autor e Internet.
a. Indecencia, obscenidad y pornografía
¿Cuáles son los límites de la transmisión?, ¿hasta dónde es ético explorar la intimidad, el lenguaje y la corporeidad para ganar audiencias, “expresarse” y satisfacer “los gustos” de los distintos auditorios? Cada vez son más las quejas que reciben los medios de comunicación por parte de los distintos públicos que se han sentido molestos por la transmisión de programas con contenidos y lenguajes sexuales, indecentes, groseros, vulgares, perversos, vacuos y ofensivos. La obscenidad y la pornografía se han vuelto la fórmula de muchos productores de contenido.
La solución que promovió la Comisión Federal de Comunicaciones en Estados Unidos, ante este problema fue el establecer una barra programática –denominada puerto seguro- que transmite de 10 pm a 6 am. Con esta medida se pensó que ni se restringiría la libertad de expresión y derecho a la información de aquellos que desean ver u oír dichos contenidos; y por otro lado, se protegía a televidentes y escuchas que no quieren esos contenidos. No obstante, vuelven a la mente las preguntas: ¿deben los medios objetivar la corporeidad humana?, ¿hasta dónde es lícito y moral reducir la existencia humana a un objeto de placer?, ¿por qué permitimos la trivialización de los medios presentando y exaltando comportamientos denigrantes fomentando una cultura hedonista, irresponsable y denigrante cuando deberíamos buscar que los medios promuevan una cultura de la vida?
El 10 de julio de 2004, el Tribunal Supremo rechazó en Washington, la entrada en vigor de la Ley de Protección Online de los Niños, por considerar que violaba la libertad de expresión. La Ley pretendía imponer fuertes penas financieras a los sitios de Internet que permitieran que algún menor de edad tuviera acceso a la pornografía. Los opositores a la ley insistieron en que son los filtros y no las penas las que otorgarán una solución.
La fuerte exposición a contenidos nocivos por parte de los niños y adolescentes se ve reforzada por “la disminución de la influencia de instituciones como las iglesias y escuelas a la hora de guiar su comportamiento y formar a los jóvenes”. (Zenit, 2004). Si sumamos, la renuncia de los padres a establecer normativas éticas, la falta de responsabilidad de los realizadores, la facilidad de acceso que posibilitan los motores de búsqueda, el anonimato y la gran industria que respalda a la pornografía y la vulgaridad, el problema se agrava a tal grado que investigadores de la Universidad de Syracuse hablan del surgimiento de una cultura de la obscenidad.

b. Desregulación
¿Existe un punto medio y de equilibrio entre los intereses públicos, privados y comerciales? Cuando se pierde el rumbo de la noción de equidad y justicia social de los medios de comunicación es importante que exista algún mecanismo o institución que vele por el “buen juicio” y “el buen uso” de las difusoras como servidoras del interés, conveniencia y necesidades del público garantizando que ante el fenómeno de la desregulación de los medios no se viole, por un lado la libertad de expresión; por otro no se ofenda al auditorio; y finalmente no se abuse económicamente del acceso a la información. La desregulación de los medios en principio promueve la concentración, conglomeración, el hipercomercialismo, abandono de las normas de la decencia ya que libera al medio de su obligación con el público: informar y educar; permitiendo la concentración de los mismos en manos de unos cuantos.

c. Derechos de autor
El tema de la justicia, la equidad, la propiedad y la valoración de la persona y su trabajo, se extiende a los derechos de autor. La protección legal y económica se ha vuelto un serio dolor de cabeza para muchos legisladores internacionales que han reanudado la discusión ante la descarga ilegal de música grabada, la comercialización de series de televisión y películas en DVD, y la manipulación de imágenes para su uso en Internet. Actualmente se promueve el uso justo, es decir, el que se emplee sin autorización ni pago cuando: 1) se haga sin fines de lucro; 2) el fin sea didáctico o científico; 3) no se mengue el valor comercial del original; y 4) el uso sea de interés público.
No obstante, Internet, obligó a que se repensaran estas medidas ante el surgimiento de programas para desencriptar softwares, la descarga ilegal de MP3 y los archivos compartidos. El control de los contenidos, no es una limitación al acceso a la información, sino un modo de proteger la autoría de los productos comunicativos.
En 2002, se promulgó en Estados Unidos de Norteamérica, la Ley de Derechos Digitales de los Consumidores, que nos puede ayudar a entender el rumbo que lleva hoy día la discusión. En ella se especifica:
• El derecho a “desplazar el tiempo” del contenido de audio y video; es decir, a grabar para reproducir más tarde.
• El derecho a “desplazar en el espacio” música y videos; es decir, a copiar contendido en discos vírgenes, varias computadoras o reproductores portátiles en varios lugares.
• El derecho a hacer copias de respaldo.
• El derecho a usar el contenido en la plataforma que se prefiera: PC con Windows, Macintosh, reproductor de DVD, lo que el consumidor quiera.
El derecho a traducir el contenido a otros formatos (por ejemplo, CD a cinta) (Hidalgo, Baran, 2005)

d. Veracidad y honestidad
¿Hasta dónde se han comprometido los medios para decir la verdad?, ¿cuánto de sus contenidos es una mera parcialización de la realidad? El subjetivismo y el relativismo actual, son los dos grandes pretextos en los que se amparan los malos comunicadores para justificar su imposición de “su verdad”. La veracidad y la honestidad informativa deberían ser los principales ejes de acción de los profesionales de los medios; sin embargo, hay medios que insisten en que la verdad no “vende” por ello se han dado a la tarea de manipularla a sus intereses, amplificando la noticia, o reduciendo su impacto para provocar efectos y reacciones según sus intereses. Así, han creado una realidad ajena a la que deberían mostrar. Lo mismo ocurre cuando ignoran temas, distraen la atención de los espectadores o combinan información para imponer su definición de verdad.

e. Privacidad, confidencialidad y problemas personales de intereses
Uno de los grandes temas a debate es el derecho a la privacidad. Los reality shows han llevado a la mesa de discusión interrogantes vinculadas con la invasión de la intimidad. Las persecuciones a personajes públicos a través de paparazzis, la exhibición pública de problemas familiares, la publicación de las orientaciones sexuales de las personas, el asalto mediático para explorar gráficamente lo que antes era un secreto matrimonial, son algunos de los tantos puntos que se deben considerar para equilibrar el derecho del público a saber y los intereses de privacidad de las personas.
El derecho a la privacidad y la confidencialidad van muy ligadas; ya que por un lado se explota la intimidad de las celebridades y se busca protegerlos legalmente; y por otro, se exige a los comunicadores que hagan públicas todas sus fuentes y materiales que deben ser de conocimiento público. ¿Existe una media?, ¿qué tipo de información debe mantenerse en secreto mediático?, ¿cuáles son los límites de la libertad de expresión?, ¿quién debe regular este aspecto: el gobierno, las instituciones, los medios o la propia persona?, ¿qué implicaciones tiene el que sea sólo el gobierno (con sus respectivos intereses políticos) el que legisle el actuar de los medios, o que quede en manos del sistema de autorregulación del medio (que se gobierna por sus intereses económicos), o que se limite a la práctica ética personal (que también puede estar sesgada ideológicamente)?
La práctica ética implica un equilibrio de intereses y un saber jerarquizar valores en función de las consecuencias de los actos. La gran interrogante es ¿cuántos de los comunicadores están preparados moralmente para sopesar esta realidad y en manos de quién debe recaer esta formación?

f. Virtualidad y simulacro
“Todas las demás culturas han dejado huellas. Nuestro propio crimen sería perfecto, ya que no dejaría huellas y sería irreversible.” (Baudrillard, 1996, p. 58)
Ante tal situación, la avanzada de la era digital, con un enfoque más claro hacia lo tecnológico que hacia la persona humana, ha tendido una cortina que oculta la verdad sobre la persona humana.
“El ciberespacio no existe para ser habitado, sino para ser recorrido, es decir, comparece como un espacio transitorio y efímero.” (Gubern, 1999, p. 167)
La persona humana decide el lugar en el que habita y, para su realización, opta por lo real. Y en este afán de darle pertenencia virtual al hombre, la cultura digital simula el mundo a través de espejismos altamente impactantes por lo emotivo.
“… la famosa ‘pantallización’ de la sociedad, responsable de la densificación icónica, es también responsable de su banalización icónica.” (Gubern, 1999, p. 124)
A manera de simulación en la creación del otro, la simulación de la comunicación ha llegado a construir falsas expectativas de contacto:
“1. Cibersexo con un sujeto real, que participa activamente en el acto a distancia.
“2. Cibersexo con un sustituto icónico del sujeto real deseado.
“3. Cibersexo con un sujeto inventado.” (Gubern, 2000, p. 216)
Así, los sistemas digitales, anclados en su superación tecnológica continua, acentúan la transmisión de valores que otros medios electrónicos entronizan en la sociedad: el hedonismo, la ludofilia, el escapismo, el consumismo y la meritocracia. Además de ello, debilita las relaciones personales y catapulta el culto a las soluciones inmediatas.
A ello se le suma el conflicto poco atento a la persona humana de los dirigentes de los grandes consorcios de comunicación:
“El diseño de las políticas de comunicación en el mundo moderno está en manos empresariales, en las que convergen los intereses o las estrategias de los economistas y de los ingenieros. Unos y otros tienen en común que su lógica predominante es la lógica de la cantidad (…). Y esta lógica cuantitativa no sólo puede no ser coincidente con las lógicas cualitativas de los comunicólogos o de ciertos proyectos políticos, sino que a veces puede ser claramente opuesta.” (Gubern, 2000, p. 68)
Cuando a la descripción anterior se le suma la falsa utopía del diseño de portales alternativos e independientes y la creciente brecha económica, la sociedad se sumerge en la cultura digital a manera de espectador y no de creador, seducido por la infografía y el propio sistema de consumo.
Es decir, al anclar las esperanzas de emancipación a una realidad virtual, fruto de la tecnología y del desconocimiento del pasado inmediato, caemos de nueva cuenta en el espejismo del progreso. Sólo que, esta vez, magnificado por un otro cada vez más disperso.

g. La responsabilidad social de los medios
Para resolver gran parte de estos conflictos de contenido e interés y garantizar un manejo equilibrado de los medios, se desarrolló en 1947 un informe titulado “Teoría de la responsabilidad social de la prensa” a cargo de La Comisión Hutchins sobre la Libertad de Prensa, presidida por el rector de la Universidad de Chicago Robert Maynard Hutchins. Esta teoría normativa proponía una guía práctica para operar idealmente los medios en un sistema dado de valores. Además, afirma que los medios deben estar exentos de controles gubernamentales pero a cambio deben servir al pueblo. Algunas de sus premisas básicas han evolucionado hasta la actualidad contemplando que son:
• Los medios deben aceptar y cumplir ciertas obligaciones con la sociedad.
• Para cumplir estas obligaciones, los medios pueden fijar normas elevadas de profesionalismo, veracidad, fidelidad y objetividad.
• Los medios deben regularse ellos mismos en el marco de la ley.
• Los medios no deben difundir material que incite a la delincuencia, violencia o trastornos civiles o que ofenda a grupos minoritarios.
• Los medios en conjunto deben ser plurales, deben reflejar la diversidad de la cultura en la que operan y deben dar cabida a diversos puntos de vista y al derecho de réplica.
• El público tiene derecho a esperar un desempeño elevado y la intervención oficial se justifica en aras del bien público.
• Los profesionales de los medios deben ser responsables ante la sociedad así como ante sus patrones y el mercado. (Hidalgo, Baran, 2005)
Con estos principios en mente se busca involucrar a todos los sectores (gobierno, medios, comunicadores y auditorios) para hacerlos conscientes de su responsabilidad. La gran insistencia y aportación es la necesidad de formar en las personas una cultura mediática para abrigar expectativas y emitir juicios sobre el desempeño de los medios, aún cuando sigan siendo los profesionales de la comunicación los que se encargarán de operar éticamente los medios para que no sea necesaria la intervención del gobierno.

4. LA MEDIACIÓN ÉTICA COMO ALTERNATIVA
La teoría de la Responsabilidad Social de los Medios ofrece esquemas interesantes, tanto formales como informales para controlar a la industria mediática y verificar que los profesionales cumplan responsablemente con su deber. Pero, ¿podemos ir más allá de las leyes y los reglamentos? La ética, en su propia ontología nos ofrece la gran solución; puesto que consiste en reglas de conducta y principios que guían la conducta y nos ayudan a decidir responsablemente ante ciertas situaciones (Hidalgo, 2005). Es la misma ética la que nos ayuda a discernir racionalmente equilibrando los controles externos formales (leyes, reglamentos, códigos de ética) y los internos (tanto los de la industria como los personales).
La aplicación de la ética en los medios nos permitirá encontrar las respuestas que mejor defiendan moralmente a un problema para que el respeto, la justicia, la bondad, la belleza y la dignidad humana se mantengan vigentes.
Si cada comunicador parte de la ética para definir su posición ante cada problema que cubre, terminará por un lado, profundizando en el conocimiento de sí mismo y, en segundo lugar, definiendo hasta dónde puede garantizar que lo comunicado ayude a la construcción de la identidad del otro. La ética, cuando es aplicada, ayuda a equilibrar intereses contradictorios y no limita al comunicador a operar sólo en función de lo que está o no permitido por un código normativo empresarial.

a. La ética en los medios
Como hemos puntualizado a lo largo de este estudio, los medios cumplen una misión trascendental que es unir a los hombres. Si este objetivo se realiza partiendo de la ética, servirá para difundir la verdad, hacernos más conscientes de la dignidad de la persona, más responsables, más tolerantes y abiertos a las necesidades de los demás, para con ello participar en actividades que favorezcan el bien común.
Al ser los medios simples instrumentos al servicio del hombre, no son ni buenos ni malos por sí mismos; pero sí pueden llevar mensajes enriquecedores y formativos o violentos, vulgares y obscenos que formen en la persona opiniones o construcciones erróneas o acertadas del mundo.
La ética mediática se hace presente cuando la intención (de quien envía el mensaje), promueve o no valores (el mensaje mismo), para que alguien realice o no actos morales (interpretación, respuesta y retroalimentación).
Muchas son las fórmulas que se han buscado para respetar a la persona, promover el interés público, garantizar su crecimiento intelectual, cultural y espiritual. Todas ellas son medidas positivas que están funcionando y que podrían hacer un bien mayor si no pierden de vista que los medios deben estar el servicio de la familia humana y que en la medida que se ajusten a modelos éticos darán más sentido a la vida de las personas.

b. Beneficios de la práctica ética
La apuesta por la mediación ética puede traer beneficios en múltiples planos. Su práctica e impacto puede llevar a la realización de la persona y a que esta alcance la felicidad. A continuación exponemos en qué puntos la ética puede ser la clave para mejorar la actuación de los medios.
• En lo económico. Los medios impulsan los mercados y sostienen muchos negocios gracias a la publicidad. También son ellos los que estimulan el empleo y promueven mejoras en la calidad de los bienes y servicios. En la medida que los medios fomenten una competencia sana y responsable que derive en una mayor y mejor información para la toma de decisión y promuevan en las empresas la responsabilidad social podrían contribuir en la justicia social.
• En lo político. La transmisión de mensajes apegados a la verdad y sin pretensiones ideológicas manipuladoras, podrían beneficiar a la sociedad para que las personas participen más en los procesos políticos. Si ya están uniendo a las personas, qué mejor que lo hagan para alcanzar propósitos y objetivos comunes. Un país que se diga democrático y que no cuente con medios éticos, está mintiendo, ya que estos serían los encargados de llamar la atención en casos de incompetencia, corrupción, abuso de confianza o promover la competencia, el espíritu cívico y el cumplimiento del deber.
• En lo cultural. Son los medios los que acercan a las personas a actividades como el arte, la música, el teatro, la literatura y promueven con ello el desarrollo humano al buscar la promoción del conocimiento, la sabiduría y la belleza. Los medios, si apuestan por la ética, podrían llevarnos a entender las prácticas culturales y las tradiciones de los demás pueblos; así como a valorar nuestro patrimonio cultural y preservarlo.
• En lo educativo. Los medios ofrecen herramientas e instrumentos complementarios a la formación de niños, adolescentes, padres de familia y ancianos. Gracias a su nivel de penetración, la educación puede llegar a los sectores más marginados y ofrecerles una visión esperanzadora del mundo. Si se emplean adecuadamente, podrían ser fuente de progreso social.
• En lo personal. Los medios pueden enriquecer la experiencia vital al transmitir mensajes, noticias, ideas y acontecimientos positivos que inspiren, alienten y lleven a las personas a participar en hechos trascendentales. Tanto la formación intelectual, cultural y espiritual se puede beneficiar de palabras e imágenes constructivas.
No está demás insistir en que todas estas formas de comunicación ética y sus beneficios, no son simples manifestaciones de ideas ni expresiones de un sentimentalismo; para que los medios sirvan realmente a la comunidad deben estar entregados por entero al respeto del bien común, la promoción del ejercicio de la libertad y el atestiguar la verdad sobre la vida y la dignidad humana. Juan Pablo II escribió en su más reciente Carta Apostólica: “Los contenidos tendrán siempre por objeto hacer a las personas conscientes de la dimensión ética y moral de la información”. (Juan Pablo II, El rápido desarrollo, 2005, 9).

c. Faltas a la práctica ética
Los medios, así como pueden ser empleados para beneficio de la sociedad, también pueden entorpecer su desarrollo dañando la integridad de las personas, marginándolas, manipulando o pervirtiendo sus valores. La hostilidad, el conflicto, la crítica destructiva, el lenguaje soez, los mensajes degradantes, la desinformación, la trivialidad, la falsedad, la banalidad, la difamación, el racismo y la pornografía son algunas de las formas más empleadas para dañar a las personas. Siguiendo el esquema de interrelación que existe entre la sociedad, la cultura y la comunicación, señalamos a continuación dónde se pueden dar fuertes abusos:
• En lo económico. Hay empresarios que emplean los medios para construir o apoyar sistemas económicos que promueven la avaricia y la ambición. El mismo modelo neoliberal se sustenta en una visión economicista del hombre, considerando que las ganancias y las leyes del mercados están por encima de las personas y los pueblos. Al no existir órganos internacionales de control que guíen y orienten la participación de los medios en el proceso de globalización, se están desaprovechando las oportunidades de llevar mayor bienestar a las comunidades más explotadas y marginadas. Esto también provoca que los medios contribuyan en las injusticias y desequilibrios que producen sufrimiento. Falta apoyar más el desarrollo y las barreras que frenan el acceso a la información.
• En lo político. Es común ver que se emplean los medios para hacer proselitismo o para manipular la opinión pública. Hay incluso quienes aplican técnicas publicitarias o de relaciones públicas para explotar a ciertos grupos o violar los derechos humanos. Otro de los errores comunes es el uso de los medios para difundir una visión utilitaria o de gran relativismo ético; así hay políticos que recurren a los medios para justificar como signo de progreso y conquista de la libertad la eutanasia, el aborto, la esterilización y la libertad sexual promiscua.
• En lo cultural. Basta analizar la superficialidad con que son tratados ciertos temas trascendentales y el mal gusto que impera en la construcción de contenidos. Esto es producto de la estrechez de miras, la uniformidad, la vulgaridad y la degradación que se hace de la persona, las costumbre y las tradiciones. Lo aberrante es que se presentan estos mensajes como veraces. Son realmente irresponsables los mensajes que pervierten las relaciones humanas, explotan a las mujeres, niños y adolescentes; que destruyen familias y matrimonios; que inspiran actitudes antisociales y desprecian la sexualidad como la pornografía y la violencia sádica reduciendo todo a genitalidad, gozo y placer. Un punto importante a mencionar es la exclusión que hacen los medios internacionales de las expresiones culturales locales y tradicionales; en un afán globalizador, omiten la riqueza y los valores de sociedades menos ricas y poderosas. El modelo transcultural se olvida siempre de los más débiles, uniforma las prácticas sociales y orienta el actuar humano en una sola dirección.
• En lo educativo. Los medios que se olvidan de la ética, sirven más para distraer a las personas que para ayudarlas a resolver sus problemas. Está el otro extremo, en el que sirven como instrumentos de adoctrinamiento y la información que ofrecen tiene como intención controlar lo que las personas saben y les niegan el accesos a la información. La autentica educación está para ampliar el conocimiento y potenciar las capacidades de las personas, no para oprimirlas o ponerlas al servicio de alguna ideología.
• En lo personal. Los medios han dañado severamente muchos de los valores trascendentes, la ética se ha relativizado y por temor a ser considerados tendenciosos han descarnado y desacralizado los mensajes. Así, algunos medios han excluido los temas espirituales y los valores religiosos para promover por un lado el racionalismo y el escepticismo; otros se van al extremo y presentan los mensajes religioso con un estilo emotivo y manipulador (para competir en el mercado) que fomenta el fanatismo, los sincretismos, la exclusividad, el desprecio y hostilidad hacia los demás minimizando el verdadero sentido religioso.


4. DOS PROPUESTAS DE ÉTICA APLICADA EN LA ERA DE INTERNET
Los medios también pueden unir a las personas, enriquecer sus vidas, apoyar a sus comunidades, fomentar la justicia y la solidaridad. (Concilio Ecum. Vat. II, Inter Mirifica, 1963). Para que esto se logre basta tener en mente principios básicos de la ética social como lo son la subsidiariedad, la justicia, la equidad, la responsabilidad, la verdad, la honradez y el respeto a la vida privada; pero, sobre todo, que la persona humana y la comunidad humana sean el fin y no un instrumento.
La responsabilidad ética no se queda sólo en quienes emiten los mensajes, también es importante fomentar una educación mediática para que todos aprendan a valorar y usar los medios de comunicación.
Cada persona es responsable de la formación de su conciencia; si todos los mensajes son recibidos pasivamente sin espíritu crítico las personas fácilmente pueden ser víctimas de intereses amorales. Al aplicar la ética, cada persona pasa a ser un agente moral, un mediador ético de la realidad.
No basta exigirle a los medios responsabilidad, sensibilidad, verdad y respeto a la vida humana; también los espectadores deben ser coherente con esa exigencia. Así, como los medios hoy día empiezan a crear sus códigos de ética para regular sus acciones e implementan la autorregulación para normarse, cada persona debe tener claro cuál es su código de ética para acceder a los contenidos y de qué manera se autorregulará. En la medida que cada persona practique una recepción crítica, su convivencia con los medios será más plena, rica y llena de sentido.

a. La Semioética
La preocupación por la ética dentro de los pensadores de la filosofía del lenguaje, en particular de aquellos interesados en la ciencia de la significación, ha comenzado a tener un lugar relevante. Por mencionar un ejemplo, podemos citar a Umberto Eco:
“La dimensión ética empieza cuando entra en escena el otro. Toda ley, moral o jurídica, regula siempre la relaciones interpersonales, incluidas las relaciones con ese Otro que la ley la impone.” (2000, p. 103)
Si el contacto entre el yo y el tú se establece a través del lenguaje, y la mirada al otro regula mi accionar social, es fundamental concebir una ética de la significación, es decir, dar espacio a la semióetica. Precisamente, Eco subraya que al entrar en contacto con el otro, nos damos cuenta de que tenemos un alma, por lo que debe haber una regulación de la relación con el otro, independientemente de si se cree o no en un ente superior. Pero esa normatividad no respondería al problema central de la ética ni a aclarar las dudas del lenguaje.
Podemos decir que la ética es el lenguaje. La articulación de la primera son las normas y la moral y la articulación de la segunda es la lengua. Luego entonces, si se concibe una codificación dejamos a un lado aspectos fundamentales. No son los códigos lo más importante de la relación con el otro, si se parte de la dignidad de la persona humana. Quienes construyen son los seres humanos, no los códigos; en dado caso, quien construye es el lenguaje, la relación expresiva. Hacer sujeto de normas al ser humano, dictadas desde el exterior, coarta su capacidad expresiva, su libertad, o la encausa en un sistema moral. Por tanto, la semioética se distingue de los códigos para centralizar su preocupación activa en el lenguaje.
Vale la pena una larga cita de Roland Barthes:
“Nuestro objetivo no es desde luego disciplinar: buscamos la categoría de lo Neutro en la medida que atraviesa la lengua, el discurso, el gesto, el acto, el cuerpo, etc. Sin embargo, dado que nuestro Neutro es buscado respecto del paradigma, del conflicto, de la elección, el campo general de nuestras reflexiones sería: la ética que es discurso es la ‘elección correcta’ (¡y no es un juego de palabras político!) o de la ‘no-elección’, o de la ‘elección-desplazada’: del más allá de la elección, el más allá del conflicto del paradigma. La ética: palabra que quizá se pondrá de moda (¡atención!), aunque más no sea por la ley estructural de rotación de lo reprimido (…). Pero en realidad, la ética siempre existe, en todas partes, sólo que está fundada, asumida o reprimida de manera distinta; atraviesa todo discurso. Por lo demás, si la palabra asusta: praxis…” (Barthes, 2004, p. 52-53)
Acerca de la falsa ética, también advierte Lipovetsky:
“… la ética en la actualidad juega el papel de remedio milagro clave, tanto se parece a un leitmotiv retórico: la ilusión ideológica no ha sido enterrada con la derrota de las ‘religiones seculares’, se reencarna en el eticismo, nueva figura desencantada de la ‘falsa conciencia’. Después de la idolatría de la Historia y de la Revolución, el culto ético como nuevo avatar de la conciencia mitológica.” (Lipovetsky, 1998, p. 16)
Con ello en mente, se ha lanzado, Umberto Eco, por ejemplo, a analizar distintos productos comunicativos que son un claro atentado a la ética centrada en la persona y a las morales de cada contexto. Lo ha logrado gracias a un análisis semiótico.
“Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show.” (Eco, 2000, p. 56)
Así, el comportamiento nazi era regulado por una moral, mientras que la ética quedaba desplazada a un segundo plano.
La semiótica, entonces, por su preocupación activa sobre el lenguaje y el conocimiento proporciona elementos fundamentales para la regulación del contacto con el otro a través de su enfoque hacia la primera articulación del lenguaje: la lengua. Basta recordar la tarea que imprime Roland Barthes a esta fundamental ciencia del lenguaje:
"La semiología sería, pues, ese trabajo que recoge lo impuro de la lengua, la corrupción inmediata del mensaje: nada más que los deseos, los temores, los talantes, las intimidaciones, las insinuaciones, las ternuras, las protestas, las excusas, las agresiones, las músicas de que está hecha la lengua activa." (Barthes, 2000, p. 137)
En este contexto, podríamos subrayar que, si alguien pretende analizar a la ciencia de la significación y diseñar productos comunicativos que tomen en cuenta al otro en su dignidad de persona humana, no se podría dejar a un lado a la semiótica. Ello sin reducirla a una mera gramática o a una sintáctica. Si se concibe a una semioética fundada en el código, sería reducir a la semiótica a la filología presassureana y a una ética que desconoce a Aristóteles.

a. Códigos de ética y autorregulación
Para apoyar a los profesionales de los medios en sus razonamientos éticos, se han creado infinidad de códigos formales y normas de conducta. Muchos de ellos se quedan en el plano prescriptivo y se limitan a decir a los comunicadores lo que deben o no hacer. Para muchos los códigos sólo ofrecen una lista de lugares comunes sin valore legal que restringen su libertad de expresión, mientras que para otros se han vuelto el sentido de su misión comunicativa.
En principio los códigos deberían ofrecer una fuente de información para emitir juicios morales más que protecciones egoístas para la industria que en ocasiones atenta contra la sociedad.
Existen también los códigos profesionales de la industria. Estos son políticas institucionales de comportamiento que incluyen tanto las operativas, las editoriales, las administrativas y las de evaluación –que son modos de examinar la opinión pública. Estos mecanismos de “ética normativa” son una forma de autorregulación que tiene por objeto el evitar el exceso de intervención y volver operativas las normas éticas o deontológicas que se imponen a sí mismos los comunicadores. Las limitaciones de estos códigos son que: muchas de sus normas son abstractas y ambiguas; los profesionales son reacios a señalar o censurar a sus colegas; al formar parte de una organización los comunicadores tienen poco control sobre su trabajo. Algunas de las funciones elementales de la autorregulación que menciona Albarrán de Alba son: “1) Establecer las normas éticas a que se deben sujetar voluntariamente tanto los empresarios de la información como los periodistas. 2) Contribuir a crear las condiciones de normalidad –tanto en lo laboral como en lo profesional y lo social- para el cumplimiento de éstas. 3) Brindar elementos de juicio crítico al público sobre el desempeño de los propios medios. 4) Socializar los procesos de toma de decisión en los medios y el conocimiento que deriva del diálogo ético de los periodistas” (Albarrán de Alba, 2004, p. 43).
La participación de los distintos auditorios se vuelve fundamental para la fiscalización de los medios y el ejercicio de la autorregulación. De ahí que a la par del desarrollo de códigos éticos, algunos medios formaran consejos de ética y grupos observadores de su acción. Desgraciadamente, en la parte operativa encontramos que muchos son los medios que han recurrido a la práctica de la autorregulación para evitar la imposición legal del gobierno y evitar causar la menor conmoción.
Idealmente la autorregulación debería ser un instrumento de defensa de las libertades de expresión e información siempre que se encuentren amenazadas. Si durante mucho tiempo los gobiernos impusieron presiones legales a los medios fue porque no habían cumplido o asumido de lleno su responsabilidad social de representar a todos los sectores de la sociedad. Ahora, son más los medios que desean construir vínculos de confianza con el público para que entiendan y valoren la importancia de una comunicación libre e independiente al servicio de la sociedad.
En el caso de la ética de los medios, no está restringida al ámbito de la conciencia individual de cada comunicador o de los editores o productores. Esta debe responder a una construcción colectiva que no pierda de vista en ningún momento a la sociedad. La ética debe servir al comunicador como herramienta para hacer bien su trabajo y como punto de partida y finalidad misma de la profesión.
En México, como bien señala Gerardo Albarrán, muchos códigos de ética fueron impuestos por empresarios y directivos o redactados por algún funcionario si es que no fueron copiados de medios de otro país; lo que hace que muchas veces sean ignorados y carezcan de legitimidad. He aquí donde subyace la discusión actual sobre la ética en los medios de comunicación: ¿cómo hacerla operativa si los códigos y las bases éticas que se están implementando no consideran todos los aspectos de la dignidad de la persona, la misión y responsabilidad del medio, así como el bien común?
Quizá, como afirmamos, algunas de las tantas soluciones a esta interrogante están en: el cambio de mentalidad de los comunicadores; en la formación ética de cada uno de los actores morales (tanto empresarios de los medios, comunicadores y receptores); el que exista un marco legal estructurado que regule las responsabilidades de todos y de cada uno; en una mayor participación y diálogo de la sociedad civil en la industria de los medios para garantizar que los contenidos respondan a sus legítimos intereses; que se contemple que los medios son vehículos que garanticen la solidaridad, la justicia, el diálogo, la paz y el bien común.

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Video: Oded Grajew: Beyond Corporate Social Responsibility

Entrevista con el empresario juguetero Oded Grajew. Es parte de una serie producida por Ashoka's Global Academy for Social Entrepreneurship.



Preview of Oded Grajew: Beyond Corporate Social Responsibility -- one of 16 DVDs created by Ashoka's Global Academy for Social Entrepreneurship. Oded Grajew, a highly successful toy manufacturer in Brazil, spearheaded a powerful campaign to end child labor. He then founded the Ethos Institute to pursue corporate social responsiblity on a national scale. Its member companies now make up over 35% of Brazil's GDP. Grajew explains how business can be a powerful engine for social change. Produced for Ashoka by Rooy Media LLC. For more information, visit www.ashoka.org/dvd.

lunes, julio 02, 2007

Presentación: Balanced Scorecard y Responsabilidad Social Corporativa

Interesante presentación realizada por los Dr. Alfonso López Viñegal y el Dr. Fernando Llena Macarulla de la Universidad de Zaragosa. En su exposición hablan sobre la incorporación de la RSE en la gestión estratégica a través del BSC

De su propia fuente cito: "Recientemente, la implantación de la gestión de la responsabilidad social corporativa (RSC) se ha ido extendiendo cada vez más por parte de las empresas como consecuencia de las crecientes presiones que sufren por parte del entorno social. Esta disciplina está integrada en la gestión global de la empresa por lo que también debe ser considerada desde el punto de vista estratégico. En este sentido, este trabajo desarrolla una propuesta de posible ubicación del conjunto de indicadores propuestos en la Global Reporting Initiative (GRI) en la gestión estratégica a través de una de las herramientas que mayor difusión y éxito está teniendo en la actualidad como es el Balanced Scorecard (BSC), y de forma especial, considerándolo como una de sus líneas estratégicas estándar. Además, se hace una especial referencia a algunos de los elementos barajados en la metodología del BSC que debieran incorporarse en una memoria de sostenibilidad".